lunes, 1 de noviembre de 2010


Vestidos para bailar
El Tercer Festival de Tango Danza tiene espacio para la ropa que acompaña el baile. Aquí, una muestra de lo que se lleva en la pista.

Tacos altos sobre una baldosa, un poco sobre las puntas, porque el cuerpo de la mujer se va a apoyar en el del hombre que marca las figuras durante el tiempo que dure la música. Los zapatos de ella no son un accesorio, tampoco la silueta limpia que marca el saco sobre los hombros de él. El tango propone como pocos estilos la incorporación de la ropa como parte necesaria de la experiencia de bailarlo y mirarlo. Hasta no hace mucho, la ropa era, incluso, una condición para entrar en las milongas, y el respeto o las transgresiones de ciertos códigos en cuanto a prendas podían marcar la diferencia entre ser parte de la trama o quedar fuera de la pista.

Nora Witanowsky y Juan Carlos Martínez, bailarines y además creadores de su propio estilo (el Tango Nuestro) son los organizadores y propulsores del Festival de Tango Danza, que el próximo viernes comienza su tercera edición en Art Decó y que por primera vez suma un torneo nacional en varias categorías y en ocho estilos diferentes. Además habrá exposición de pinturas y fotos, videos de Arte Joven de Córdoba y un desfile de moda tanguera, de diferentes épocas y estilos.
La ropa que habilita roles y distingue palos en la pista y el escenario es también una de las fibras que sigue de cerca la historia del género.


Del arrabal al escenario

En la década de 1950, durante el furor del tango, cuando se instaló en reuniones sociales como escala ineludible del encuentro, la ropa acompaña la situación pero es el baile el que se comienza también a adaptar a las circunstancias. “Se convierte en un tango más abrazado, porque mucha más gente se junta a bailar y hay menos espacio para los movimientos”, cuenta Nora.

De la milonga arrabalera al escenario internacional, el baile se muestra distinto y la mujer más. Los tajos de las faldas se hacen extremos, todo se trata de llamar la atención, de exagerar los gestos para que se entienda lo que va por dentro. “El baile popular, cuando llega al teatro o al escenario, se hace más grande, se proyecta en el vestuario tanto como en los movimientos”, apunta Martínez. Un paso se hace pirueta, un vestido se vuelve un escándalo. “También aparecen los estereotipos de cada personaje. La mujer es pura seducción. El hombre, elegancia”, agrega la bailarina. Y señala la distancia que tuvo que atravesarse en cuanto a las formas para que la piel del tango se haga visible desde lejos. “El tango es una comunicación íntima entre hombre y mujer, y en las primeras épocas, las compañías que viajaban al mundo con tango escenario, bailaban para extranjeros, gente que no tenía todavía la piel del tango y a la que había que vendérselo, ir a los estereotipos, exagerar la sensualidad”, apunta. La ropa apuntaló el objetivo y se cubrió de lentejuelas y variaciones.

En otra frecuencia, pero de similares objetivos, está el tango de exhibición, que se baila en la pista, para ser visto por bailarines profesionales, pares que conocen los códigos y distinguen entre el oro y todo lo que brilla. “Antes cada barrio tenía su bailarín y lo representaba en la milonga. De ahí vienen las marcas del estilo. Se respeta la piel milonguera porque estás bailando para gente que sabe lo que se siente bailando. El vestuario es más rescatado, más para uno y para la situación”, cuenta Martínez.


El tango moderno es la evolución de las dos corrientes: la milonguera que se aprendía mirando y curtiéndose en la pista, y la escénica, aprendida en academias, con gente que se había formado en especialidades como folklore, clásico o contemporáneo. De esa experimentación surgió una cruza inevitable que comenzó con los bailarines que miraban a ambos lados. Los mismos pasos convertidos en un lenguaje renovado, con diferencias sutiles marcadas por la nueva sintaxis de antiguas formas. “Se desplegaron formas de proyección más al baile, se explayaron los movimientos, con tensiones diferentes. Fue una manera de llevar lo que era muy tradicional al escenario, que no tenía todavía la esencia más verdadera del tango”, apuntan.

De la exploración y peregrinaje de estilos, de su difusión, salió también el tango nuevo, pura apropiación una especie en expansión que inauguró nuevos permisos para las tribus tangueras de todo el mundo y puso en remojo los no en el vestuario. Bailar con zapatillas, hasta con bermudas o jogging. Todo se puede si el objetivo es bailar. “Ahora el tango es más abierto y social, lo baila mucha gente joven y no discriminan por el vestuario”, dice el bailarín. En las nuevas milongas hay camisas con flores, melenas masculinas, chicas sin tacos. “Cuando empecé bailar me saqué los aros, me vestía para el tango para poder involucrarme, y en cinco años cambió todo, se hizo más libre. Desde hace ocho años, vas como vos quieras porque lo que te lleva a encontrarte es el tango”, concluye Martínez.

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